CHICAGO - Un ejército de migrantes latinoamericanos, algunos de ellos con poco tiempo de haber cruzado el temible tapón del Darién, han trabajado hasta 19 horas durante estos cuatro días de Convención Nacional Demócrata para que todo funcione y limpian el confeti de la coronación política de Kamala Harris, candidata a la presidencia.
Johselis (Venezuela) y María (Colombia) son dos de los cientos de trabajadores que desde el 19 al 22 de agosto se han movido entre los miles de delegados y periodistas, cientos de congresistas, estrellas de Hollywood y de la música sin ser detectados para recoger las bandejas, sanear los baños y este jueves limpiar la lluvia de más de 100,000 globos y confeti en honor a Harris, hija de inmigrantes.
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Ambos han trabajado durante estos cuatro días 19 horas, desde las 5 a.m. hasta las 12 p.m., cuando todos los delegados ya hace tiempo que se han encaminado a sus hoteles o a las muchas fiestas que se organizan en la ciudad durante este cónclave demócrata, el show político más grande del planeta.
Ambos también hace un año cruzaron al pie la selva del Darién entre Panamá y Colombia, según explican en entrevista con EFE.
"Vimos muertos y fue muy duro. Yo vine desde Perú hasta aquí", explica Johselis, que asegura que la vida en Chicago es dura y alejada de familiares y amigos, pero "hay mucha esperanza y posibilidades de mejorar".
Por los pasillos del United Center pueden escuchar los ecos de los políticos y actores que hablan de "la tierra de las oportunidades", de la "promesa de América" o de los intentos de configurar el perfil de la candidata Harris, hija de profesores inmigrantes de India y Jamaica, para los televidentes estadounidenses.
"Es una experiencia, pero es mucho trabajo durante muchas horas. Vemos a mucha gente importante, pero aquí estamos. Hace un año no lo hubiese imaginado", explica María ante un gran cubo rodante, mientras cerca se mueve la furgoneta Escalade blindada de la congresista Nancy Pelosi, una de las personas más poderosas del Partido Demócrata.
En este enclave las decenas de miles de personas que comparten espacio están autorizadas a moverse por el Servicio Secreto, también los limpiadores, muchos también mexicanos, y la cercanía que se puede ver es algo fuera de lo común, aunque la mayoría solo verán el escenario central de terciopelo azul al final de los festejos.
Johselis, un joven que acaba salir de la adolescencia, se ríe y se encoge de hombros cuando se le pregunta del "sueño americano" y se limita a decir: "estoy encantado de estar aquí".