Reportaje Especial: “El Salvavidas no Habla”

"Es la luz de mis días, mi mejor doctor..." -Castillo

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Las secuelas de la guerra las llevaba Castillo, un soldado hispano a sus espaldas, como una cruz. Hasta que del lugar más inesperado, le tendieron una “patita” amiga.

DENVER- Hispano, emigrado, el hijo de una familia de mexicanos;  así se describe Castillo, y porque Estados Unidos de América le abrió los brazos al llegar, él decidió partir a la guerra para servir al gobierno americano en muestra de lealtad… 

Primero,  Afganistán. “La primera vez no sabía a lo que iba, quería servir, pero no imaginaba lo que era la guerra” -señaló.

Luego, Irak. “La segunda vez miré a todos, sabía que muchos de los que íbamos, no volveríamos". 

Castillo regresó con vida al abrazo de su esposa e hijos, pero borrar los rostros de sus amigos, los paisajes tristes, vestidos de sangre de la guerra, no resultó tan fácil como creía “me despierto en medio de la noche, los sueños malos, esos, no se van” –dice. 

El joven veterano  y su familia buscaron ayuda en los médicos, en terapias post-estrés traumático, en medicamentos…Sin embargo,  todo resultaba menos que efectivo, hasta que ¡apareció Kanga! 

 “Yo no quería,”-dice Castillo, “pero mi mujer insistió y trajimos el perro...”

Kanga es un perro entrenado para ayudar a personas con discapacidades o estrés y depresión agudas. No ladra, no desvaría como los perros comunes, él sabe que su deber primero es cuidar a su amo: 

“...En medio de la noche cuando me ve muy alto en el pánico él me trae para abajo, y me ayuda.” -relata el veterano.   

Kanga es parte de los cientos de perros que son entrenados en Colorado para ayudar a los humanos. Todos tienen una función diferente: ayudar a personas con discapacidades físicas, avisar y estar al tanto en casos de ataques cardíacos, ser compañía para personas deprimidas, controlar el estado de ánimo a personas con estrés agudo, servicios psiquiátricos varios y ayuda a niños, entre otros.

Después de cerca de 200 exámenes y entrenamientos, estos perros dejan de ser “comunes” y lo demuestran al nunca ladrar, siempre estar calmados, nunca reactivos con otros perros, caminar con correas zafadas, responder al primer llamado, y jamás sobre-reaccionan ante una multitud. 

La ayuda que ofrecen los perros deviene hoy en una alternativa diferente de la medicina tradicional que en testimonios como el de Castillo demuestran que más que ser el mejor amigo del hombre, los perros, pueden también ser los mejores terapeutas.

“Es mi mejor doctor, ” -dice Castillo. 

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