Vladimir Putin está a punto de ganar un nuevo sexenio en la elección presidencial de esta semana, a pesar de que hay rusos muriendo en Ucrania en una guerra que acaba de iniciar su tercer año y el país está más aislado del mundo que nunca.
El resultado está prácticamente cantado, gracias a su rígido control de la sociedad rusa a lo largo de 24 años en el poder, el período más largo en el Kremlin desde el líder soviético Josef Stalin.
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Putin, de 71 años, ha acallado prácticamente todo el disenso por medio de leyes que imponen fuertes multas o prisión a las voces independientes. Aquellos de sus detractores que no han huido al exterior, han sufrido muertes inexplicables. Los otros tres candidatos apoyan públicamente sus medidas.
Putin ha centrado su campaña en la promesa de cumplir sus objetivos en Ucrania, conflicto que describe como una batalla contra Occidente por la supervivencia misma de Rusia y sus 146 millones de habitantes.
El mes pasado, en su discurso anual sobre el estado de la nación, dijo que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN “necesitan un espacio dependiente, decadente, agonizante en el lugar de Rusia para hacer lo que les plazca”.
Putin ha dicho reiteradamente que envió las tropas en febrero de 2022 a proteger a la población rusoparlante en el este de Ucrania e impedir que Kiev se convierta en una amenaza para Moscú al ingresar a la OTAN. Ucrania y sus aliados describen la invasión rusa —el mayor conflicto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial— como una agresión no provocada por parte de una gran potencia nuclear.
Dice que las fuerzas rusas llevan ventaja desde el fracaso de la contraofensiva ucraniana el año pasado y sostiene que Ucrania y Occidente “tarde o temprano” deberán aceptar un acuerdo bajo las condiciones de Moscú. Putin elogió a sus fuerzas que combaten en Ucrania y prometió convertirlas en la nueva elite rusa.
El común de los ciudadanos casi desconoce los muchos reveses que han sufrido sus fuerzas en la guerra, ya que la prensa estatal no informa sobre las bajas, sino solo sobre sus éxitos.
Que la economía haya sido capaz de resistir las fuertes sanciones occidentales es uno de los factores principales que explican cómo Putin se aferra al poder en Rusia, un gran actor en el sector de la energía global. El Fondo Monetario Internacional pronostica que la economía crecerá 2.6% este año, comparado con el 0.9% de Europa. La inflación será del 7%, pero el desempleo es bajo.
Las industrias militares se han convertido en un motor clave del crecimiento, con fábricas que producen misiles, tanques y municiones en gran cantidad. Las altas remuneraciones de cientos de miles de hombres que han firmado contratos con las fuerzas armadas han estimulado la demanda del consumidor, lo que contribuye al crecimiento económico.
PUTIN EN CAMPAÑA
Durante su campaña, Putin ha prometido extender las hipotecas baratas subsidiadas por el gobierno para las familias jóvenes con hijos, lo que ha elevado su popularidad e impulsado el boom de la construcción.
Ha prometido mayores fondos estatales para la salud, la educación, la ciencia, la cultura y el deporte, al tiempo que continúa la campaña para erradicar la pobreza.
Desde que llegó a la presidencia en 2000, Putin ha reforzado su control de la política rusa por medio de cambios constitucionales que le permiten continuar en el poder hasta 2036.
La represión del disenso alcanzó niveles sin precedentes desde la invasión de Ucrania, lo que ha dejado un panorama de tierra arrasada de cara a la elección.
Una nueva ley sancionada días después de la invasión convirtió en delito cualquier crítica pública de la guerra, y las protestas se han vuelto imposibles porque la policía dispersa rápidamente cualquier reunión no autorizada. Se han multiplicado los arrestos, acusaciones criminales y juicios, y las condenas se han vuelto más largas.
ACCIONES SEVERAS CONTRA OPOSITORES Y CRÍTICOS
Putin ha denigrado a los activistas opositores y los críticos de la guerra como títeres de Occidente y como “espuma disuelta” por su “operación militar especial”.
Su crítico más conocido, Alexei Navalny, purgaba una condena de 19 años por extremismo cuando murió en una colonia penitenciaria en el Ártico; tenía 47 años. Otras personalidades opositoras recibieron largas condenas, comparables a las que sufrían los “enemigos del pueblo” durante la era estalinista. Un destacado adversario del Kremlin, Vladímir Kara-Murza, fue condenado a 25 años por traición después de pronunciar un discurso antibélico.
Críticos menores también fueron amordazados. Un artista de San Petersburgo fue condenado a siete años por reemplazar las etiquetas de precios en un supermercado por etiquetas con consignas antibélicas, y un poeta de Moscú recibió siete años por recitar poemas contra la guerra en público.
La mayoría de los medios de prensa independientes fueron clausurados y muchos se trasladaron al exterior, mientras la prensa estatal repite incansablemente las versiones del Kremlin.
Putin probablemente dirá que su victoria, que se da por sentada, es la prueba de que la abrumadora mayoría de la gente apoya la guerra.
Muchos observadores prevén un endurecimiento y una escalada de la guerra. Algunos dicen que el Kremlin podría lanzar una nueva movilización de reservistas para engrosar las filas militares y lanzar una nueva gran ofensiva.
El Kremlin se apresta a intensificar su retórica belicista, mostrando al país como una fortaleza asediada por la agresión occidental. Probablemente, incrementará la represión de los activistas opositores y los críticos de la guerra, y las autoridades abandonarán cualquier apariencia de decoro en su campaña implacable para erradicar toda señal de disenso.
La política exterior de Moscú probablemente se volverá más agresiva y las autoridades intentarán profundizar las divisiones en Occidente con desinformación y propaganda. También apelarán a los sectores conservadores en Occidente al promover la imagen de Rusia como baluarte de los valores tradicionales.
En sus relaciones con China, India y países del “Sur”, la victoria electoral de Putin ayudará a cimentar alianzas al reforzar el mensaje de su firme control de la política rusa.